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También ella levantó los ojos y contempló el cielo lleno de luz. Parecía un amanecer radiante, como si jamás fuera a haber noche. Pero, al fin, la luz se fue alejando, alejando hacia Belén... Los pastores se levantaron, hablaron no sé qué entre sí y se volvieron hacia el rebaño. Les preocupaba, sin duda, lo que podría ser de las ovejas. Nuestra ovejita se acurrucó tras de la puerta y se hizo la dormida. Pero tenía toda la curiosidad de su vida en la punta de los párpados. Los pastores se acercaron. Abrieron el redil. Miraron a las ovejas. Vieron que estaban dormi– das, alguna soñaba no sé qué entre balidos hondos. Cerraron rápidamente la puerta y se fueron, por el camino adelante, hacia el pueblo. Algo importante tenía que pasar cuando los pastores se iban y las dejaban solas. Siempre les habían contado las más viejas entre las ovejas que eso jamás había pasado ni pasaría. Nunca los pas- 26

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