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Niño. Y unos reyes que vinieron de Oriente, como tú, retomaron allá por distinto camino del que habían traído. Por ese ...". Artabán no escuchó más. Hizo girar a su camello y marchó rumbo a Egipto. Egipto se extendía ante él como una esperan– za. Había llegado con la confianza de encontrar aquella familia que presentía era la que vio repo– sar en el oasis del camino y que llevaba como un don del cielo al Rey de los Judíos. Artabán preguntó en todas las colonias judías de Egipto. Preguntaba por una familia de israeli– tas que eran los Padres del Mesías. Los judíos de la diáspora le miraban con un brillo alucinante en los ojos, mitad incredulidad y mitad esperanza. ¿Era posible que ya hubiera nacido? Pero nadie sabía dar razón de El. Al fin se rindió a lo inevi– table y optó por volver otra vez a su tierra. Allí sus compañeros le contaron todo lo que habían visto. Efectivamente, le contaron cómo una estrella del cielo les había señalado el camino y se había 18

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