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los .hombres. Si su pa,labra no hubiera sido tan encendida y convincente, aquellos árabes se hu– bieran reído de él. Parecía sabio y bueno. Se mira– ron unos a otros . ¿Sería verdad lo que anunciaba aquel hombre? En una encrucijada de caminos tuvieron que separarse. Ellos iban a Egipto. El, a Palestina. Como si hubieran esperado que el buen rey quedara solo, unos lloros de niños surgieron de entre unas palmeras. Artabán se detuvo y escu– cho. Aquel intenso y desgarrador lloro de niño llenaba el silencio azul del cielo. No pudo resistir más, salió del camino y miró. Un niño lloraba junto al cadáver de una mujer. -Niño, ¿por qué lloras? - Porque ha muerto mi madre. -¿Vivís solos? -Sí. -¿No tienes a nadie más? - No. 16

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