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S í, San Francisco ha vuelto al mundo. A este mundo que fue camino de su peregri– naje y es la vía de nuestra propia peregri- nación. San Francisco, el santo de la dulzura inex– hausta, del amor seráfico, de las poesías estreme– cidas de lágrimas. Y ha vuelto, porque quiere vivir con sus hermanos los hombres, con sus hermanos los pá– jaros, con sus hermanos los lobos, con sus herma– nas las .piedras del. sendero.. Nadie lo supo hasta hace muy poco, pero recientemente le han descubierto los hombres, y se han convencido: Verdaderamente, San Fran– cisco ha vuelto al mundo. Cuando San Francisco murió en un arrobo de amor, los hombres de Asís le construyeron una fabulosa basílica de tres pisos para encerrar su cuerpo embalsamado. Y luego casi se despreocu- 159

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