BCCCAP00000000000000000000542

-Sin duda, Ella quiere por hijos a todos los que la quieren por madre ... El grito auténtico de este nmo es el grito subconsciente de toda la humanidad que tiene necesi dad de una madre. En los momentos de mayor dolor, de más soledad, hasta los hombres que hace muchos años perdieron a su madre, exclaman: ¡Madre mía! Y es que perpetuamente seguimos siendo niños. Cristo no nos quiso dejar huérfanos y nos dio como madre a nosotros, que tenemos que hacer– nos como niños, a su propia madre. Nosotros, hombres del siglo XX, hemos sido los testigos ex– cepcionales de la proclamación solemne de la Virgen como Madre de la Iglesia. Lo hizo Pa– blo VI en la clausura solemne de la tercera sesión del Concilio, el 21 de noviembre de 1964. Quizá nunca como ahora tengamos necesidad los hombres de una madre así, de una madre para nuestro espíritu, pues ya los científicos hablan de crear hombres en el seno vidrioso de una retorta de laboratorio. Si eso llega a suceder, ¿a quién 149

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz