BCCCAP00000000000000000000542

dejó muerta su diestra sobre el cuerpecito del hijo y se durmió también. El sol despertó a ambos. La madre se puso en pie y oteó el horizonte esperando algún auxilio. La t ierra firme estaba mucho más lejos de lo pen– sado. La madre esperaba -siempre la vista pe– gada en el horizonte azul de mar y cielo- llegase un auxilio de alguna parte. Pero todo en vano. El día iba pasando. El niño pedía pan. La madre sentía dentro de su vida un dolor innena– rrable como nunca había sentido, ni cuando había dado la vida a aquel hijo que ahora estaba al borde del mar inmenso y de la muerte. Aquel niño no podía morir. Eso, jamás... El pequeño quería vivir. Su hambre no cono– cía la paciencia. La madre no tenía palabras en su lengua reseca para calmarle. Sólo le calmó la noche. Porque llegó otra noche sin que nadie hubie– se venido a socorrerles. Vendrían, sin duda. Pero quizá tarde. De los hogares de la costa lejana y anhelada subía el humo de las chimeneas. 141

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz