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f a sed les agrietaba los labios y les hacía ,,, gordas las lenguas. Casi no podían mover– las dentro de la boca. De vez en cuando alguna breve frase: -¿Ves tierra? -Nada. - Lo que yo daría por una gota de agua ... -Yyo. - ¡Y que haya tanta agua salada y no se pue- da beber! -Sí. - Esto es la muerte. -Ten ánimo. Lo último que se pierde es la esperanza. Dios aprieta, pero no ahoga. Este era, poco más o menos, el diálogo de dos españoles hace cuatro siglos. Dos españoles de los que se marcharon a las Indias a descubrir 131

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