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un pescador tuvo tantos peces delante de su vista. Y San Antonio les predicó así: - "Hermanos peces, vosotros debéis al Crea– dor una gratitud sin límites. El es quien os ha señalado por morada este noble elemento y estos inmensos depósitos. El es quien os ha proporcio– nado, como refugio en la tempestad, la profundi– dad de los mares. Os da aletas para correr por donde queráis y provee a vuestro alimento de cada día. Al crearos os bendijo, mandándoos que cre– ciérais y os multiplicárais. Cuando envió el Diluvio Universal, todos los animales perecieron, menos vosotros . que fuísteis conservados. Vosotros habéis sido escogidos para tener la honra de salvar al profeta Jonás, de proveer de dinero al Hijo de Dios para pagar el censo, y de servirle de comida antes y después de su resurrección. Alabad, pues, y bendecid al Señor, que tan singularmente os ha favorecido entre todos los seres de la creación". Lo maravilloso del caso es que los peces le comprendían y le hacían, a su manera, signos de conformidad. Y lo más maravilloso es que los ha– bitantes de Rímini, enterados del suceso por algún curioso que siguió al Santo, salieron de sus casas 126

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