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Las mujeres, al oír por primera vez aquella voz gutural que no conocían, se asomaban desme– lenadas a las ventanas. Y al ver hablar a un cuer– vo, saltando como histéricas, corrían a contárselo a su marido. -¿C6mo has amaestrado a este cuervo para que hable? -No he sido yo, ha sido Fray 1rnncisco. Fue un verdadero milagro de Dios . Es el cuervo de Fray Francisco. Habiendo salido el cuervo a pedir limosna la mañana de un gran día de fiesta, se encontr6 con todas las puertas cerradas. Los vecinos estaban en misa. Oficiaba de pontifical el señor Obispo en la catedral y la ceremonia se alargaba demasiado para la impaciencia caritativa del cuervo. Enton– ces dej6 a su compañero y abriendo sus alas negras se meti6 como un flecha en la catedral. Estaba en aquel momento el Obispo Guido recibiendo con toda solemmdad los dones de los fieles . En su diestra el báculo, sobre su frente la mitra resplandeciente. El cuervo se puso delante de él y le habl6 así: 111
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