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lanzaba con las alas desplegadas a la altura y, de repente, caía al suelo arrastrado por la cuerda. El cuervo chillaba tristemente, pero los chiquillos le coreaban riendo despectivos. Así estuvieron todo el día. Pensaban crucificarle a la noche en una puer– ta de la ciudad. Hay una crueldad refinada en los niños cuando tienen aprisionado un pájaro. El ave negra parecía presentirlo y quiso defenderse a picotazos, pero entonces ellos le maltrataron más. El lacerado animal se dejó caer sobre el polvo y no quería volar ya ... No llegó el sacrificio cruel, porque antes de la noche pasó por allí Fray Francisco de Asís . Los niños no salieron a recibirle como otras veces. Querían esconderse, pues francamente les había predicado el amor de los hombres a los pájaros, aunque sean negros como los cuervos, que tam– bién son criaturas libres y alegres del Señor. Los niños iban a huir cuando Francisco les llamó: -Venid aquí. Se acercaron cabizbajos, con el cuervo y todo. 105

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