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sus labios tenía un grito de angustia pidiendo algo a alguien, a cada avión que pasaba raudo sobre b « N !" sus ca ezas: ¡ o, no, no.. Pero un grito no fue oído. Una bomba, contra la que chocó la luz de un reflector, fue bajando en espiral cada vez más vertiginosa hacia la madre y el hijo. La madre se fue acurrucando sobre el cuerpo del hijo, para protegerle. Y cerró los ojos. La bomba explotó cerca y un cascote de metralla segó sus piernas y mató al niño. La madre perdió el conocimiento y no se dio cuenta de nada. Cuando volvió en sí, era ya de día. Miró a una parte y a otra buscando al hijo y se encontró con la larga fila de camas ordenadas al lado de las paredes de una gran sala. Era, sin duda, el hospital. La madre miró más detalladamente, cama por cama, buscando con los ojos al hijo. Y comenzó a llamarle: -¡Hijo! ¡Hijo mío! ¿Dónde está mi hijo? ¿Dónde está mi hijo? ¡Que me traigan a mi hijo! De todas las camas salían pequeños ayes de dolor. Alguien se incorporaba en cualquier rincón para clavar sus ojos en la madre. 96

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