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le escarnecían, pensando que con la mucha penitencia se habían pues– to locos él y fray Rufino. Cuando San Francisco entró en la iglesia estaba fray Rufino predi– cando estas palabras: «Carísimos, huid del mundo, dejad el pecado, restituid lo ajeno, si queréis evitar el infierno; guardad los manda– mientos de Dios, amando a Dios y al prójimo, si queréis ir al cielo, y haced penitencia, si queréis poseer el reino de la gloria». San Francisco, despojado como estaba, subió al púlpito y comenzó a predicar tan maravillosamente acerca del desprecio del mundo, de la santa penitencia, de la pobreza voluntaria, del deseo del reino ce– lestial y de la desnudez y afrentas de Nuestro Señor Jesucristo en su pasión, que todos los oyentes lloraban a lágrima viva, movidos sus corazones con increíble devoción y compunción, y no sólo allí, sino que en todo Asís hubo aquel día tanto llanto por la pasión del Señor que jamás se había visto semejante. Así edificado y consolado el pueblo con los actos de San Francisco y fray Rufino, el Santo vistió a éste el hábito y él también el suyo, y volvieron vestidos al convento de la Porciúncula, alabando y glorifi– cando a Dios, que les había dado gracia para vencerse y despreciarse a sí mismos y edificar con el buen ejemplo a las ovejuelas de Dios, mostrándoles cuán útil es despreciar al mundo. Creció tanto aquel día la devoción del pueblo hacia ellos que se tenía por feliz el que podía tocarles la fimbria del hábito. En alabanza de Cristo. Amén. (Florecillas XXIX.) 7. LA ABADIA DE SAN SILVESTRE Quedan solamente las ruinas de piedra blanca, lavada por la lluvia y la nieve; una torre, parte de la iglesia y dos criptas be– llísimas, donde ciertamente Francisco rezó cuando fue allí (a po– cos kilómetros más allá de las Cárceles) a pedir permiso al abad para vivir en la Porciúncula. Hoy, la Madre Teresa, una carmelita con una historia encantadora, ha levantado un original monas– terio denominado de la Transfiguración, todo él piedra viva y si– lencio, donde viven algunas monjas contemplativas y donde pue– den encontrar alojamiento quienes desean pasar un tiempo fuer– te de experiencia espiritual. 8. GUBBIO No resistimos a la tentación de incluir, también, a Gubbio. Transcribimos una ingenua página de las Florecillas que hizo famosa a la ciudad de Gubbio para siempre. Rubén Daría rimó en rotundos versos toda la escena. Versos de sobra conocidos. Bástenos, para entrar en ambiente, la deliciosa página de las Florecillas: 71

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