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Así nos consta a nosotros, que vivimos con el Santo, y aseguramos que todo cuanto anunció o dijo, todo se verificó al pie de la letra. (Espejo de perfección CIV.) 7. HACIA LA AlVERNA Francisco se movió para sus experiencias místicas a lo largo del valle del alto Tíber y en varios valles colindantes, dejando el recuerdo de su presencia sobre todo en Monte Casale y San– to Sepulcro. 8. MONTE CASALE Los Camaldulenses habían regaiado este eremitorio a Fran– cisco el año 1212. Hoy es uno de los más intactos y mejor con– servados. Los episodios ligados a este lugar hablan de la lección dada por San Francisco a los dos novicios sabihondos, a los que hace plantar berzas con las raíces boca arriba; del recibimiento dispensado a unos ladrones, de la oración del Santo y de las breves horas de reposo que se tomaba acostado sobre la piedra viva. El episodio de los ladrones es, sin duda, el más signifi– cativo. 54 Pasando una vez San Francisco por el distrito del Borgo de Santo Sepulcro, en un pueblo llamado Monte Casal se le acercó un joven noble, muy delicado, y le dijo: -Padre. de muy buena gana quisiera yo ser fraile de tu Orden. -Hijo. tú eres joven. delicado y noble-le contestó-, y acaso no puedas soportar nuestra pobreza y austeridad. -Padre-replicó él-, ¿no sois vosotros hombres como yo? Pues como la soportáis vosotros, también la soportaré yo con la gracia de Dios. Agradó mucho esta respuesta a San Francisco; así es que le ben– dijo y le recibió inmediatamente en la Orden. poniéndole por nombre fray Angel; y se portó este joven tan a satisfacción, que de allí a poco San Francisco lo hizo Guardián del convento de dicho Monte Casal. Andaban entonces por la comarca tres famosos ladrones que hacían muchos males en el país, y un día vinieron al convento y pidieron al dicho Guardián fray Angel que les diese de comer. Pero él les res• pondió ásperamente diciéndoles: -No tenéis vergüenza, ladrones y homicidas crueles, de andar ro• bando el trabajo de otros, y aún, como insolentes y descarados, que– réis devorar las limosnas dadas para los siervos de Dios. No merecéis que la tierra os sostenga, porque no tenéis ningún respeto ni a los hombres ni a Dios, que os crió. Marchaos a vuestras fechorías y no aparezcáis más por aquí. Oyendo esto los ladrones, se incomodaron mucho y marcharon con gran despecho.
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