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No obstante los fracasos de la ciencia, médico y Francisco !legaron a ser grandes amigos. Hallábase una vez el bienaventurado Francisco en el eremitorio lla– mado Fonte Colombo, en las proximidades de Rieti, y le visitó un médico, especialista en la enfermedad que padecía en los ojos. Y como estuviese allí algún tiempo, quiso retirarse. Entonces Francisco dijo a uno de sus compañeros: Id y dad de comer bien al médico. El com– pañero le respondió: «Padre, en verdad os confesamos hallarnos tan pobres al presente, que no podemos menos de avergonzarnos invitán– dole ¡¡ comer». Al oír esta respuesta, replicó el seráfico Padre: Hombres de poca fe, no queráis obligarme a hablar más. Entonces, dirigiéndose el mé– dico 2 Francisco, le dijo: « Hermano, comprendiendo ahora la pobreza de los frailes, es cuando más gustosamente deseo comer con ellos». El médico era rico sobremanera, y aunque muchas veces le habían invitado a comer, tanto Francisco como sus religiosos, nunca quiso aceptar la invitación. Fueron, pues, los frailes y prepararon la mesa, colocando, aver– gonzados, sobre ella un poco de pan y vino, con algunas legumbres que habían cocido para ellos. Sentados a aquella mesa pobre y co– menzada la comida, he aquí que llaman a la puerta, y levantándose uno de los religiosos va y la abre, encontrándose con una mujer que traía de regalo un gran cesto lleno de ricos panes, bien condimenta– dos peces, sabrosas empanadas de camarones, mucha miel y hermosos racimos de uva, todo lo cual enviaba a Francisco una bienhechora, dueña de cierta casa situada de aquel lugar cerca de siete millas. Al ver esto el médico y los religiosos, quedaron admirados y se alegraron en gran manera, reconociendo la santidad de Francisco y atribuyéndolo todo a sus grandes méritos. El médico dijo a los reli– giosos: « ¡Hermanos míos, ni vosotros ni yo conocemos como debía– mos la extraordinaria virtud de este hombre!" (Espejo de perfec– ción CX.) 5. GRECCIO Era un pueblecito, pegado a la montaña, de gentes muy sen– cillas y devotas de los frailes. 50 «Francisco sabía que el lugar de los frailes de Greccio era obser– vante y pobre y le agradaban las gentes del poblado, aunque pobreci– llas y simples, más que otras de la región. Por esto iba a menudo a aquel lugar para reposar, deteniéndose allí, sobre todo porque había una celda pobre y alejada, donde vivía. Debido a su ejemplo, a su predicación y a la de sus frailes, muchos habitantes de allí, movidos por la gracia divina, entraron en la Orden, y muchas mujeres practica– ron la virginidad, quedando en sus propias casas vistiendo hábitos religiosos. Aunque cada una quedaba en casa, participaba con ejemplar conducta a la vida común y disciplinaba su cuerpo con ayunos y ora– ciones, tanto que a la gente y a los frailes parecía que su vida no discurría entre seglares y familiares, sino entre personas santas liga– das con votos religiosos, que hubieran servido durante mucho tiempo
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