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gracia. Quedó después en rapto fuera de sí y todo absorto en intensa claridad, con la que, ensanchada la esfera de sus conocimientos, le fue dado ver detalladamente acontecimientos futuros. Al volver de su suavísimo éxtasis y claridad maravillosa, parecía otro hombre con su nuevo espíritu. 27. Dirigióse con alegre semblante a los hermanos y les dijo: Tened buen ánimo, carísimos, y alegraos en el Señor, y no os entris– tezcáis al reparar en vuestro pequeño número. No os desanime tam– poco mi simplicidad y la vuestra, porque, según acaba de revelarme con toda certeza el Señor, Dios nos hará crecer en gran multitud y nos hará llegar hasta los confines de la tierra. Para vuestro mayor ánimo me veo obligado a referiros lo que he visto, y que ciertamente callara sí la caridad no me forzara a comunicároslo. Vi una gran multitud de hombres que venían hacia nosotros deseosos de abrazar nuestro géne– ro de vida y nuestro Instituto, y me parece oír todavía el leve murmullo de los que iban y venían por los preceptos de la obediencia santa. Vi que todos los caminos que conducen a nosotros estaban repletos de gentes de todas las naciones. Llegan los franceses, se apresuran los españoles, corren los alemanes y los ingleses y adelántanse gran mul– titud de otros de diversas lenguas. (1 Celano XI, 26-27.) 4. FONTECOLOMBO Aquí llegó Francisco el año 1223, en plena madurez (cuarenta y dos años de edad) para clarificar, al contacto con Dios, la identidad propia de la Orden. 48 Por otra parte, al ver Francisco dilatada maravillosamente su Or– den, y deseoso de que el Papa Honorio le confirmase para siempre la Regla o forma de vida que había aprobado Inocencia 111, fue ilus– trado por Dios con esta visión misteriosa. Parecíale al Santo que recogía de la tierra pequeñas migajas de pan, las cuales tenía que distribuir entre una gran multitud de frailes hambrientos puestos a su alrededor. Receloso de repartir tan pequeñas migajes, por temor de que se le deslizasen de entre las manos, oyó una voz del cielo que le dijo: Francisco, haz con todas estas migajes una hostia y procura dar de ella a los que quieran comer. Puso luego en ejecución este mandato, y observó que cuantos no recibían con devoción aquel pan, o lo menospreciaban después de haberlo recibido, aparecían todos cubiertos repentinamente de asquerosa lepra. A la mañana siguiente refirió todo esto a sus compañeros, lamentándose por no acabar de comprender el significado de aquella visión. Mas perseverando, según su costumbre, en fervorosa oración, oyó una voz del cielo que decía: Francisco, las migajas vistas por ti en la visión de la noche anterior significan las palabras del santo Evangelio; fa hostia formada con aque– llas migajas representa fa Regla de tu Orden, y la lepra expresa la iniquidad de sus transgresores. Quiso, pues, reducir a forma más compendiada, según se lo dictaba la anterior visión, la Regla escrita antes con abundancia de palabras, tomadas del Evangelio, y movido por inspiración divina subió con dos compañeros a la cima de un monte, y allí, entregado algunos días a riguroso ayuno de sólo pan y agua, hizo escribir una nueva Regla, según el Espíritu Santo se la
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