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ROMA: LA SANTA MADRE IGLESIA La fuerte originalidad carismática de Francisco encontró, pro– videncialmente, un cauce seguro en su extraordinaria fe y fide– lidad respecto a la Santa Iglesia Romana. Su profundo sentido de la catolicidad, su filial devoción a la jerarquía y a los clérigos, su conciencia de servicio minorítico en la pastoral de los obis– pos y sacerdotes fueron la clave para mantener en la ortodoxia el movimiento franciscano. Un dato éste de excepcional impor– tancia, sobre todo teniendo en cuenta el clima reformístico de la época, de signo herético en muchos de los casos. Entre los estudiosos del franciscanismo se ha discutido mu– cho, sobre todo modernamente, sobre el verdadero significado de las relaciones de Francisco con la Iglesia. Una visión desapa– sionada de los datos más fidedignos sobre el particular garantiza la actitud plenamente positiva del movimiento franciscano, na– cido al servicio humilde y generoso de la Iglesia. Una primera y decisiva providencia de Francisco es la de ga– rantizar «eclesiásticamente», con la bendición y aprobación pon– tificia, la misión recibida de Dios. Y yo, en pocas y sencillas palabras, la hice escribir y el señor Papa me la confirmó. (Testamento de San Francisco.) Fray Francisco promete obediencia y reverencia al señor Papa Honorio y a sus sucesores canónicamente elegidos y a la Iglesia Ro– mana. Y los otros frailes estén obligados a obedecer a fray Francisco y a sus sucesores. (Regla c.l.) Mando, además, por obediencia a los Ministros, que pidan al señor Papa uno de los Cardenales de la Santa Iglesia Romana para que sea Gobernador, Protector y Corrector de esta fraternidad para que, siem– pre súbditos y sujetos a los pies de esta Santa Iglesia, firmes en la fe católica, guardemos la pobreza y humildad y el santo Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo, que firmemente prometimos. (Regla e.XII.) En esta dimensión eclesial de Francisco, Roma es algo más que una simple meta de peregrinación. A los pies del Papa com– prende mejor y es comprendido, tratando de interpretar y reali– zar fielmente, según la voluntad de Dios, su misión renovadora y profética a base de una vivencia evangélica sin glosas. Roma, con su perfil medieval, constituye también una signi– ficativa evocación de Francisco y de uno de los aspectos funda– mentales del movimiento religioso iniciado por él. Al llegar a doce el número de frailes díjoles el bienaventurado Francisco: Hermanos, veo que Dios quiere aumentar nuestra Congre– gación sobremanera. Vayamos, pues, a nuestra Madre fa fglesia Ro- 39

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