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ra de por sí capaz de moverse de aquel lugar. Cuando sus compañeros volvieron la vista atrás y le vieron tan enajenado, vueltos a él le con– templaron admirados, como transformado en otro varón. Le preguntaron: «¿En qué estabas pensando para no venir con nos– otros? ¿Piensas, por ventura, casarte?», insisten bromeando. Con voz firme les respondió: En realidad que estáis ahora en lo cierto, pues he determinado tomar por esposa a fa más noble, rica y hermosa mujer que jamás habéis visto. Echáronse a reír, y le decían que estaba loco, y no sabía lo que hablaba, a pesar de que lo había dicho por inspiración de Dios, ya que la citada esposa con quien se casó fue la verdadera religión, la más noble, rica y hermosa de todas, por la pobreza. (Leyenda de los tres compañeros 111, 7.) Sucedió esto el año 1205. Francisco tenía veinticuatro años y daba de este modo adiós a la dulce Asís de su juventud en una de aquellas estrechas callejuelas-o pequeñas plazoletas– que hoy recorren tantos peregrinos. Si quieres revivir esta expe– riencia de Francisco, crúzalas también tú, cuando quedan silen– ciosas, cuando el tiempo parece que se detiene, cuando Asís vive dimensiones atemporales y reúne de nuevo, con su magia única en el mundo, el pasado con el presente. Esta es la forma de enriquecerse conociendo hombres, cosas e historia mediante la experiencia de una peregrinación. 14

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