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Aquella noche, durante el sueño, se le apareció un desconocido que le llamó por su nombre y le condujo a un palacio fastuoso y ame– no, lleno de aprestos militares pendientes de los muros, tales como escudos relucientes y otras armas que forman parte del brillo de la milicia. Grandemente admirado y gozoso, reflexionó sobre la realidad de todo ello y preguntó cúyas eran armas tan refulgentes y aquel tan ameno palacio. Se le respondió que todas aquellas cosas y aquel pa– lacio eran para él y sus soldados. Sobremanera admirado, se levantó de mañana con ánimo gozoso de hombre mundano, que no había gustado aún el espíritu de Dios, porque era evidente que estaba llamado a reinar gloriosamente sobre todo aquello. Y como la visión presagiaba una gran prosperidad, trató de emprender el viaje a la Apulia para hacerse soldado del referido conde. Sintió un gozo tan grande y tan fuera de lo acostumbrado que, admirados muchos de ellos, le preguntaban cuál era el origen de tanta alegría, a lo que respondió: Sé que llegaré a ser un gran príncipe. (Le– yenda de los tres compañeros 11, 5.) 3. LA «ROCCA» Todo esto sucedió en el barrio adyacente a la Plaza del Ayun– tamiento, en torno a la actual «Iglesia Nueva» y a «San Francis– co Piccolino», donde Pedro de Bernardone tenía la casa, los al– macenes y el comercio. Más arriba, hacia el monte Subasio, hay otro monumento que ha tenido mucha importancia en esta época de la vida de Francisco: «la Rocca" (el Castillo). Se trata de una fortaleza, cuyos muros imponentes aún se conservan. Para los ciudadanos de Asís era símbolo y punto de apoyo del poder im– perial. Desde allí las tropas al servicio del imperio dominaban la ciudad y vigilaban las vías de acceso desde cualquier direc– ción. Bajo la protección del poder imperial había prosperado una clase de ciudadanos denominados los «maiores» (los mayores). El año 1198 el pueblo-es decir, los menores-se sublevó, asedió la «Rocca» y la destruyó por completo. Francisco tenía entonces dieciocho años y participó con los «minores» en el asalto y en la larga guerra que siguió, primeramente dentro de la ciudad entre facciones opuestas y después contra Perusa, pun– to de apoyo de los nobles y de los imperiales, terminando por caer prisionero en la batalla del Puente de San Juan en noviem– bre de 1202. Si quieres comprender el drama interno de Francisco durante este período y en los tres años siguientes, sube a la «Rocca». Al noroeste está Puente de San Juan y Perusa, donde Francisco cayó prisionero y enfermó; a los pies se extiende la ciudad donde el joven derrotado pasó un par de años de convalecencia; 12

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