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450 Francisco Iglesias En función del presente estudio subrayo, aquí y ahora, la unidad de fondo de la vertiente somática y espiritual (sin caer en confusiones de corte monofisita ni en dicotomías maniqueas) y la idea de un proyecto vital nunca acabado. Esa unidad de fondo permite ya intuir las posibilida– des de integración, en el mecanismo antropológico de la persona, de los elementos transcendentes que comporta, por ejemplo, el carisma de una vida consagrada. Pero es la idea de una realidad nunca simplemente dada, toda hecha, sino haciéndose y, sobre todo, por sí y desde sí misma - lo que identifica a la vida humana corno «quehacer» y «proyecto» 3 - uno de los aportes más interesantes de la moderna antropología. Y uno de los moti– vos por los que ha podido hablarse de la relativa dificultad de definir a la persona humana, ya que no se trata de una «arquitectura inmóvil», sino de una «continuidad cambiante», de una «actividad vivida de auto-creación, de comunicación, y de adhesión (a una escala de valores, vividos por un compromiso responsable), que se aprehende y se conoce en su acto, corno movimiento de personalización» 4 • Esta realidad del hombre, como organismo activo en evolución, que se construye mediante un proceso responsable de crecimiento sin solución de continuidad, debe ser vista y completada teniendo en cuenta las siguien– tes consecuencias y connotaciones: - Desde esta perspectiva, se rebasan las teorías tradicionales de las llamadas edades evolutivas del hombre, que concluían con la estabilidad y plenitud de la etapa adulta. La idea del adulto como símbolo de la estación de la vida lograda, "'"'t"t"'"' terminal en el proceso de crecimiento y madu– ración de la persona, es insostenible a la luz del intrínseco dinamismo del hombre y de los principios más elementales de la psicología del desarrollo humano. La adultez - y prescindo de la serie de ambigüedades que esta palabra comporta - responde a un período específico de la vida, que es parte de un camino a recorrer bajo el signo del cambio, de la renovación, de la puesta al día y del crecimiento constante. A lo largo de todo el arco de la vida - comprendido incluso el ciclo prenatal, neonatal y de la ancia– nidad - el ser humano se realiza mediante un proceso incesante de modi- 3 CTr. José GóMEZ CAFFARENA, Personalismo y autorresponsabilidad, en AA.VV ., Antropología y vocación, IV Semana Nacional de Vocaciones (1970), Co– lección «Todos uno» n. 3. Madrid 1971, p. 38 ss. 4 Manuel MACElRAS, La realidad personal en el pensamiento de E. Mounier, en AA.VV .,Antropologías del siglo .XX Hermeneia 5., Salamanca 19833, p. 115.

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