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La formación permanente 481 mismo y en la actualización del carisma de la vida religiosa? Después de las reflexiones que preceden, premisas imprescindibles para un replantea– miento radical y globalizante del tema, creo que la respuesta a esta pre– gunta no es difícil. Se trata de una obvia deducción. Seré, pues, doble– mente breve y esquemático. - Avivar (animar, activar, poner o mantener en acto) y actualizar (hacer actual, dar actualidad, poner o mantener al día) el carisma religioso equivale, dicho genéricamente, a la realización/autorrealización del consa– grado. Este conserva así en activo, de manera normal, su capacidad diná– mico-evolutiva antropológica y vocacional, promoviendo consiguiente– mente el crecimiento de su identidad humana y carismática. Ahora bien, la razón de ser de la tarea formativa - siempre - es la de acompañar, im– pulsar y acordar con las cambiantes condiciones de los tiempos el desarro– llo del potencial humano-religioso del consagrado. Por consiguiente, pre– star una atención especial a los retos que comporta la «formación conti– nua» repercutirá de plano en la dinámica de la «actualización del caris– mai,,. - Si el proceso del crecimiento y del formarse para crecer correcta– mente sintetiza la tarea esencial del proyecto del religioso, no puede olvi– darse tampoco que la dinámica de ese proceso tiene un objetivo funda– mental, resumible en dos palabras clave: vitalidad y fidelidad. Vitalidad que se logra manteniendo claros los valores-guía, equilibrado el paso de anda– dura y en activo las facultades humanas y la gracia de la vocacion. Y fideli– dad que se asegura logrando que ese dinamis- mo vital proyecte siempre al consagrado hacia el más auténtico seguimiento de Jesús. Las palabras fi– delidad y/o perseverancia, características en toda la tradición religiosa, de– finen el punto de referencia para evaluar, en última instancia, el nivel y la calidad del crecimiento del religioso, llamado a realizarse dentro de la ma– triz espiritual de un determinado carisma. La fidelidad, pues, reflejará el grado de vitalidad y actualización del carisma y la incidencia concreta de la formación, entendida como «permanente» ayuda a dicha fidelidad. Desde esta perspectiva cabría decir que el consagrado vive en la medida que se realiza, se realiza en la medida en que mantiene activo y al día su dinamis– mo personal, mantiene vivo y actualizado el ritmo de su desarrollo en la medida en que se siente apoyado por una auténtica formación permanente y comprueba la validez de esa ayuda educativa continua en la medida en que crece en fidelidad a las exigencias de su identidad carismática. - Analizando las cosas desde otro punto de vista, merece la pena advertir que en la dinámica de la vitalidad, de la fidelidad y de una forma– ción permanente auténtica entra en juego un importante «equilibrio histó-

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