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476 Francisco Iglesias rales del tiempo. Hay una serie de saberes y competencias en el campo de la espiritualidad y de la vida religiosa, por ejemplo, que no pueden subesti– marse, y menos hoy, si se quieren evitar riesgos de angelismos deshumani– zantes, servicios desde la fe fosilizados y ofertas vocacionales sin credibili– dad. En segundo lugar, está el dato de identificar el «crecimiento espiri– tual» del consagrado como un proceso de «conversión»; lo que no deja de ser iluminador y justo. Revestirse de Cristo, caminar según el espíritu, abandonar los deseos de la carne, testimoniar visiblemente ante el mundo el misterio insondable de Cristo, entregarse totalmente a Dios sumamente amado, seguir la pobreza, el amor y la obediencia de Cristo, etc., son com– promisos de la tarea esencial del religioso que suponen un empeño perma– nente de renovación sobre todo espiritual. «Tal proceso requiere una ge– nuina conversión» 39 • - De manera similar al caso de la formación permanente de la «per– sona», es decisivo poner de relieve el planteamiento educativo como «au– torrealización» tratándose de la formación permanente de la persona «re– ligiosa» Sin olvidar la preeminencia de Dios, del factor gracia, y, por lo mismo, el sentido relativo de la palabra autorrealización en este contexto, lo que quiero subrayar son dos cosas. De una parte, el protagonismo pecu– liar del propio consagrado: «es el religioso mismo quien tiene la responsa– bilidad primera de decir sí a la llamada que ha recibido y de asumir todas las consecuencias de esta respuesta, que es ante todo de orden vital... El llamado pues, continuamente invitado a dar una respuesta atenta, nueva y responsable» 40 • Ahora bien, asimilada esta conciencia, el religioso adquiere el arte de la «autoeducación», es decir, la capacidad y el hábito de responder desde sí mismo a los desafíos, siempre nuevos, del propio destino de consagrado. Por otra parte, eso no supone que la tarea forma– tiva deba concluir dejando solo, a su discernimiento y arbitrio, al religioso. Lo que importa es que la ayuda desde fuera al desarrollo de la vocación y del carisma trate, sobre todo, de favorecer el máximo «autoaprendizaje» posible en las vías del espíritu. Siempre se necesitarán «mediaciones edu– cativas» externas, pero sin olvidar que formar religiosamente significa, antes de nada, enseñar a «aprender a renovarse, a convertirse, de conti– nuo» gracias a la ayuda de Dios y al propio esfuerzo personal. 39 SAGRADA CoNGREGACIÓN PARA LOS RELIGIOSOS E INSTITUTOS SECULARES, Elementos esenciales de la doctrina de la Iglesia sobre la vida religiosa..., l. c., n. 45. 40 CoNGREGACIÓN PARA LOS INSTITUTOS DE VIDA CoNSAGRADA Y LAS SOCIE– DADES DE VIDA APosTOLICA, Orientaciones sobre la formación en los institutos religio– sos, l. c. n. 29.
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