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474 Francisco Iglesias vide de modo general en varias fases, cada una de las cuales tiene su propio objetivo, contenido y normativa. «Para cada religioso, la formación es el proceso de llegar a ser más y más un discípulo de Cristo, creciendo en unión y en configuración con EL Se trata de ir asimilando cada vez más el Espíritu de Cristo... La creciente configuración con Cristo se va realizando en conformidad con el carisma y las normas del instituto al que el religioso pertenece... » 35 • Con este panorama como telón de fondo, merece la pena hacer aquí algunos subrayados especiales, análogos a los indicados antes relativos a la formación desde el punto de vista meramente antropológico. Bastarán en principio algunas breves indicaciones, dado sobre todo el carácter obvio de las referencias. - Un primer punto, destacable también aquí por su importancia y su índole basilar y genérica, es el de la dimensión pennanente del empeño for– mativo del consagrado. Por motivos similares a los aducidos con respecto a la formación de la persona, la formación del «religioso» es igualmente - de ser auténtica - fonnación continua. La vocación y el carisma, encama– dos en el proyecto de vida de cada consagrado, no alcanzarán jamás su plenitud definitiva. Por lo mismo, la formación será siempre un proceso abierto y evolutivo, que debe incidir continuamente en todo el trayecto vital del religioso: desde el comienzo de la «llamada» hasta «el encuentro con el Señor». Cierto, durante todo ese trayecto, habrá etapas diversas, que exigirán ayudas específicas al desarrollo del religioso, pero el común denominador de tales ayudas educativas será siempre el de su duración continua. Las consecuencias de este hecho, aparentemente obvio y sen– cillo, comportan un reto muy importante en orden a replantear no sólo los métodos formativos para toda la vida, sino también los módulos de la co– munidad fraterna, los sistemas de gobierno y organización, los compromi– sos laborales, apostólicos, etc... A este propósito, no puedo menos de con– statar la penosa sorpresa de ver que persiste aún en amplios sectores de la Iglesia, a comenzar por el magisterio - la idea de entender por «forma– ción permanente» la relativa a «la edad adulta» 36 • Aparte de lo que esto 35 SAGRADA CoNGREGACIÓN PARA LOS RELIGIOSOS E INSTITUTOS SECULARES, Elementos esenciales de la doctrina de la Iglesia sobre la vida religiosa..., l. c., n. 44 ss. 36 Cfr. /bid., n. 48. Ideas análogas se repiten, de manera más o menos explí– cita, con referencia a la formación sacerdotal. Basta ver el subrayado tradicional que persiste, en los programas educativos, entre la llamada formación «inicial» y «permanente» Cfr. JUAN PABLO II, Exhortación apostólica postsinodal Pastores daba vobis, 25 de marzo de 1992, cap. Vy VI.

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