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La formación permanente 467 una dialéctica y una teología condicionadas por la idea del «hombre-espe– cie» y por la noción más bien fisicista del concurso divino y de sus dones al hombre, como puede ser el don de la vocación religiosa, marginando algu– nas implicaciones importantes de la tan conocida tesis: «la gracia presu– pone la naturaleza». Es decir, Dios actúa en el hombre y con el hombre, haciéndolo crecer y madurar religiosamente a partir del respeto a lo que él mismo es, de suerte que el dinamismo evolutivo de la gracia se injerta y ar– raiga en el sustrato psicodinámico del proceso vital de la persona. Resulta curioso constatar que esta visión de la identidad y de los mecanismos de crecimiento del hombre «religioso» - diversa de la fuerte mentalidad me– tafísica y ontológica del aristotelismo secular - concuerda con el pensa– miento semítico de la biblia sobre el «hombre» y con muchas ideas de la antropología personalista moderna. Desde esta plataforma integradora y dinámica del consagrado - con todo lo que significan sus dos vertientes: humana y religiosa - son detec– tables dos consecuencias prácticas importantes. Por una parte, la conside– rable serie de analogías entre el desarrollo antropológico psicosomático, natural, del individuo y el desarrollo psicodinámico de la fe y la religiosi– dad del individuo consagrado. El religioso, en cuanto tal, se perfecciona creciendo de manera integral y armónica en todas las dimensiones de na– turaleza y gracia que componen de hecho su personalidad. Por otra parte, esa realidad en devenir y unitaria - bien que sin confusiones - que es el consagrado obliga a una revisión profunda de los criterios y métodos for– mativos. Piénsese, por ejemplo, en ciertos tipos de codificaciones ascéticas tradicionales o de procedimientos de regularidad masivos e indiscrimina– dos y las exigencias, tan sentidas hoy, del contacto individual y del trata– miento personalizado para lograr sujetos correctamente logrados - in– cluso en su dimensión comunitaria y fraterna - a través del propio ritmo de evolución, de la categoría del cambio como ley de vida y de las mismas diferencias personales. Séame permitido completar algunas de las ideas-claves que preceden con un breve comentario. en primer lugar, la idea de la dimensión dinámica y evolutiva de la gracia de la vocación. Hay que reconocer, antes de nada, un dato sintomático a propósito de esta tesis. No me consta que haya hoy quien discuta o niegue ese esencial dinamismo de la vocación. Sin embargo, las posiciones explícitas a favor - a comenzar por la voz del magisterio - resultan todavía, a mi juicio, más bien escasas y, sobre todo, demasiado pobres por lo que se refiere a dedu– cir, con clarividencia y audacia, la serie incalculable de consecuencias que
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