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La formación permanente 463 como símbolo, la llamada de Pablo VI en su primera encíclica al «aggior– namento» superando el riesgo del inmovilismo: «Todo esto está muy lejos de significar que en nuestra opinión consista la perfección en la inmovili– dad de las formas de que la Iglesia ha ido revistiéndose a lo largo de los si– glos; ni tampoco que consista en hacerse refractario a los acercamientos y a los contactos con las formas de hoy, siempre que sean aceptables. Siem– pre tendremos presente como verdadera pauta programática aquella pala– bra, ya famosa, de nuestro venerado predecesor Juan XXIII, de feliz me– moria: «aggiornamento» La hemos confirmado ya como criterio directivo del concilio ecuménico y lo seguiremos recordando así, como si fuese un estímulo continuo para la creciente vitalidad de la Iglesia, para su capaci– dad siempre despierta de escrutar los signos de los tiempos y para su agili– dad juvenil de «probarlo todo y quedarse con lo que es bueno» (Cfr. 1 Tes 5,21)» 21 • En suma, he querido subrayar que uno de los recursos más válidos para cotizar el ritmo y el nivel de crecimiento de la persona, gracias al ser– vicio de la formación permanente, está en la garantía que ésta ofrece de actualización responsable, superando cristalizaciones por miedo y apatía y aiocamientos probando y aceptando acríticamente todo. - En conexión con este último punto, añado, para concluir, una refe– rencia a una de las tareas importantes de la formación permanente hoy: la de contribuir a dar sentido a la vida. El tornado cultural del «postmoder– nismo» ha desarbolado bastiones seculares de doctrinas y creencias que daban seguridades y estabilidad. «Todos los hilos del análisis (de la post– modernidad) convergen en un punto: la estatización general de la vida. La pérdida de fundamento de la razón, del sentido de la historia, de los prin– cipios fijos para la ciencia o la moral, nos conducen hacia un horizonte móvil, cambiante, donde la razón se torna no un instrumento objetiva– mente, sino fruitivo... La postmodernidad es la expresión de la conciencia fragmentaria, del perspectivismo y sincretismo de las visiones, de los jiro– nes del pensamiento unitario desgarrado, del desencanto ante la razón...; (una reivindicación) del predominio de lo efímero e instintivo, de la exal- tación de lo individual, subjetivo y estético... La reticencia frente a la razón en cuanto poseedora de un saber«fuerte»... (lleva al) pluralismo, al frag- mento y a la diferencia» 22 • En este contexto nos encontramos con muchos PABLO VI, Encíclica Ecclesiam Suam, 6 de agosto de 1964, en AAS 56 (1964) 631 s. 22 José Maria MARDONES, El desafío de la postmodemidad al cristianismo,

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