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La formación permanente 461 reto que todo esto comporta, como dimensión preeminente del proceso educativo, es fascinante; aunque ello incluya revisar y reconvertir - tal vez a precios altos - creencias, sensibilidades y hábitos estimados intangibles. Después de todo, el maestro no resulta humillado en su función esencial e indispensable; llega a ser así, siempre más y mejor, un auténtico educador, animador, guía, compañero y hermano, que vive la aventura de la escalada de los demás, que aprende y se madura con ellos y logra mantener fresca, en activo, la propia misión de investigador de la verdad y de buscador de la verdad de cada uno de los otros. - Y aquí viene otra constatación particular. La formación perma– nente tiene como objetivo específico mantener tenso, de continuo, el esfuerzo de aprendizaje, de exploración activa y personal, de autoeduca– ción; y siempre en función de un ritmo y de unos niveles adecuados de cre– cimiento. El problema se plantea, análoga y consiguientemente, en los tér– minos de algunas de las puntualizaciones que he hecho antes a propósito del plano antropológico. Cabría decir que un punto de referencia típico para «tomar el pulso» al proceso de construcción de una persona está en su capacidad para asi– milar correctamente la cuota de cambio que lleva inevitablemente consigo la propia historia, y en la creatividad y calidad de su respuesta a dicho cambio. Desde otro punto de vista, equivaldría a decir lo mismo en estos términos: la capacidad que el individuo tiene para hacer del presente una síntesis equilibrada de pasado y futuro como la mejor forma de llenar el deber diario de actualización que impone el fluir normal de la vida. Cam– bio y actualización: un binomio indicativo del espesor y de la talla de la per– sona. Podría afirmarse que la realidad-cambio es en cierto modo, el soporte y el estimulante de la actuación (puesta en movimiento) y de la actualiza– ción (puesta al día) del ser dinámico evolutivo del hombre. La formación permanente no puede permitirse el lujo de comenzar siempre desde cero; aparte de que esto sería moralmente imposible. Ade– más de la plataforma hereditaria y ambiental sobre la que inevitablemente f.c., p. 151. Carl R. RoGERS, La política educativa, en Car! R. RoGERS Rache! L. RoSENBERG, La persona como centro, (Biblioteca de Psicología - 78), Barcelona 1981, p. 155 ss.; ID, Hacia un enfoque moderno de los valores. El proceso de valo– ración en la persona madura, en Carl R. ROGERS y Barry STEVENS, Persona a persona, Buenos Aires 1980, p. 13 ss.; Car! R. ROGERS, El proceso de convertirse en persona. Mi técnica terapéutica, Barcelona 1982 3 , p. 249, 253 ss.
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