BCCCAP00000000000000000000540

458 Francisco Iglesias - Otra consecuencia de la idea de la vida como proceso formativo continuo es la del ensanchamiento espontáneo de los sistemas, de los agentes, de los contenidos y métodos, de las estructuras y de los ambientes educativos. A la globalidad de una formación tan larga, cronológicamente, como la vida misma corresponde una gama de recursos y mecanismos edu– cativos que engloba todas las realidades que encuadran y sostienen la pro– pia existencia. Así como el desarrollo de una vida no tiene realmente pau– sas, ni mucho menos momentos o niveles definitivos de evolución dentro del arco existencial propio, cabe decir, analógicamente, que tampoco se dan interrupciones ni llegadas terminales dentro del proceso formativo que acompaña el dinamismo esencial del hombre. O en otros términos: en el ritmo normal del proyecto-hombre no se dan, propiamente hablando, momentos o circunstancias que no incidan de algún modo en la formación o que sean educativamente neutros. Si el «quehacer» de ser hombre es un desafío educativo continuo, la primera y mejor escuela es el entorno o contexto vital de cada uno. Sin caer en el extremismo de quienes abogan por prescindir de los sis– temas tradicionales formalmente educativos - basta pensar en las pro– puestas de «desinstitucionalización» de la educación y de la «desescolari– zación» de la sociedad - un logro muy importante del significado perma– nente de la formación ha sido el «descubrimiento» de los potenciales extraescolares que constituyen el entramado ambiental de toda vida y que contribuyen decisivamente - bien que de manera informal - a totalizar, multiplicar y diversificar las modalidades del servicio formalmente educa– tivo14. La serie de oportunidades promocionales que así depara la vida - transformada toda ella en una grande área escolar - es inmensa y consti– tuye un reto a la responsabilidad de todos; de manera especial a la respon– sabilidad de los «educadores» llamados a ser los que despierten el ansia de crecer al contacto con la infinidad de estímulos que depara a cada uno el propio yo y todo el horizonte existencial de su vida. En sintonía con estas premisas y como consecuencia de la revolución cultural de nuestro tiempo, se ha presagiado el hecho fundamental de la futura ~<Ciudad educativa». «La ciudad - decía Plutarco - es el mejor instructor». La idea no es nueva, al igual que tampoco es nuevo el con– cepto de formación permanente, dimensión lógica del ser hombre como realidad en devenir. Pero ambas cosas han entrado hoy, a pleno título, en el catálogo de «signos de nuestro tiempo», dado el espesor y relieve que 14 Cfr. AA.VV. , Aprender a ser, l. c., p. 70, 240 ss.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz