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La formación permanente 455 cretas para «aplicar» racionalmente el objetivo de fondo del acompaña– miento al desarrollo humano que comporta básicamente la fonnación. Creo que merece la pena estar atentos para evitar el riesgo de una confusión de lenguaje, de conceptos y planos fragmentando, ambiguamente, la identi– dad unívoca y primordial de la educación. Una identidad que no es algo abstracto e inconcreto, sino la expresión del derecho de cada persona a realizarse plenamente y, en consecuencia, al mismo tiempo, la perspectiva y la filosofía de fondo que deben guiar las respuestas adecuadas a ese de– recho en orden a una constante transformación cualitativa del hombre. Es importante subrayar, a este propósito, algunas líneas maestras que estructuran e iluminan el cometido de la tarea formativa como contribu– ción al crecimiento del hombre. En primer lugar, debe quedar claro que todo ha de concurrir a promover un crecimiento realmente integral del su– jeto; o, dicho en términos más generales: es el hombre total, todo hombre y todo el hombre, durante el arco completo de su existencia, quien debe privilegiar y absorver el verdadero empeño educativo. Pero, además, ese crecimiento integral debe orientarse sobre todo a dar el máximo protago– nismo posible al propio «educando» es decir, a lograr que la formación sea primariamente un esfuerzo de autorrealización, de autoeducación, a partir del dinamismo de la propia libertad responsable, de suerte que cada uno madure y se exprese fiel a sí mismo. Una tercera línea maestra es la de ayudar al autodesarrollo en función de una clara «voluntad de sentido» en la vida. En este punto es decisivo contar con un núcleo de valores que ins– piren un cierto tipo de opciones y compromisos y que configuren a cada individuo, del modo más unitario y personal posible, dentro del ambiente socio-cultural y de la propia comunidad 11 • Un cuarto eje de referencia para dar autenticidad educativa a la ayuda al crecimiento es el de la di– mensión sociable y socializadora, comunitaria e integradora de la persona. Se trata, por tanto, de promover la apertura y comunicabilidad constructi– vas, con la conciencia de ser siempre, y al mismo tiempo, formadores y for– mandos dentro del propio ambiente. Finalmente, un punto de luz para orientar y evaluar el ritmo del proceso formativo es la calidad de vida que genera. No se trata de colaborar al crecimiento a cualquier precio; lo que verdaderamente importa es ayudar a promover la densidad, la clase y la categoría de la persona; en sí misma y en relación con su entorno vital. Ahora bien, en la perspectiva de una tarea educativa como ayuda al 11 ar. Giorgio BoccA, Educazione permanente. Realtií e prospettive, (Uomini e tempi- 30), Milano 1993, p. 175 ss.
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