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«Hay que llegar a tiempo». Sentado en el paseo un pobre se lamenta en paro y hambre. Niños, con libros, gritan. El día se levanta en luces nuevas. Recoge el barrendero oro disperso en hojas otoñales. Nada ve el hombre, de belleza, en torno. «Hay que llegar a tiempo». En la oficina ya, implacablemente, consume horas computerizadas sólo en fríos guarismos con precisión exacta ... Mas la vida se la dejó el ejecutivo fuera, al aire tibio, al pájaro que canta, a la fuente que brota, al mar, al campo, que ve y no admira, pobre, entre sus prisas: «Hay que llegar a tiempo». Y llega. Día a día, no hay más ritmo que no fallar al tiempo. Así consume y entierra el corazón sin ansiedades en un montón de números. ¡Oh vida inapreciada! ¡Oh gozo de vivir, pendiente asignatura, ejecutivo, en la escuela del día! 17
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