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Y suplicamos confiadamente como Tú, a la mujer samaritana en aquel mediodía caluroso, que nos des de beber, Cristo sediento. Saca del pozo de tu amor divino, para calmar tu sed, para calmar la nuestra, un sorbo de amor mutuo, de ternura; un sorbo de evangelio, tu palabra; y, pues nos quema el corazón la guerra, un sorbo de tu paz... Es el agua que salta hasta la vida. Es la fraternidad bajo el amor del Padre. Es el respeto a todo ser humano. Ya tengo menos sed. Y Tú también. Ya nos florece el alma como un campo. Al amarte, Señor hemos colmado nosotros nuestra sed y Tú la tuya. Así se hace el milagro. ¡Ay, lo que puede un sorbo de amor mutuo! 169