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Venías tan hermosa que casi yo dudaba si Dios bendeciría nuestra locura santa. Te corté los cabellos casi con pena, hermano, y cambiaste tus sedas por la estameña pardo. Yo temblaba de gozo, de gozo tú llorabas. Salmodiaron los frailes y se ahogó mi garganta al pronunciar tu nombre: «¡Clara! ¡Bendita Clara! Clara de nombre y vida, mi «pequeñita planta ... ». Han pasado los siglos, escucha como cantan miles de «Damas Pobres» de Francisco y Sor Clara, mi sueño y tu locura ... ¿Lo recuerdas? Fue al alba. 163