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Casi jugando He cantado mil veces a los niños. Los volveré a cantar. Ellos me dicen que Tú existes, Padre, que existe la bondad. Sólo en los ojos de los niños hallo la verdadera claridad, sólo en su andar titubeante, seguridad. ¿Por qué lo frágil te atrae tanto no la firmeza de mi voluntad? Amas la risa, el junco, el lirio y no mi seriedad. Señor que llamas hacia Ti a los niños, descarga de altivez mi voluntad; casi jugando por la calle arriba déjame andar... Sin dar más importancia, como el niño, -caer, reír, caer y levantar- por esa cuesta de tus brazos, Padre, donde no hay más allá. 149

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