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5.º ACTOS DE LA ESPERANZA El deseo del cielo El primer acto de la esperanza cristiana, por el cual ella se ejercita y se manifiesta, es el deseo del cielo, el "deseo fiducial de la eter– na Bienaventuranza". Ni hemos de incurrir en el error de los que afirman que no debemos desear ni pedir el r:ielo por ser un amor egoísta e interesado. Al contrario, siguiendo las ense– ñanzas de la Iglesia que ha condenado ese error, de la Sagrada Escritura que siempre nos presenta la esperanza como un deseo de los bienes eternos, y de los Santos que insisten en esos mismos sentimientos de que aspiremos a la eterna dicha, hemos de desear, más aún, an– siar, anhelar y suspirar por la posesión del cie– lo con todo el ardor de nuestro corazón. Y esto lo hemos de hacer con el fin nobilísimo de que este deseo y ansia y anhelo, anulen, si es posible, la tendencia de nuestra estragada na– turaleza al placer sensible, al gusto de los sen– tidos. Esto es lícito, del agrado de Dios y pro•

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