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tlH P. JUSTO DE VILLARES, O. F. M, también conmigo, para que vean mi gloria, que Tú me has dado, porque me amaste antes de la creación del mundo'' (41). Este "motivo máximo de nuestra esperanza, nuestra unión con Cristo", lo aprovechó hasta lo sumo el Apóstol San Pablo, con el fin de afianzar en sus lectores la virtud de la espe– ranza criftiana en las promesas de la vida futura. Para lograr su intento se valió de las expresiones más significativas y variadas, in– ventó nuevos giros y compuso vocablos con nueva significación. Sobre todo, es típica del Doctor de las Gen– tes la frase : "Estar en Cristo Jesús" equiva– lente a estar injertados o incorporados a Cris– to, nuevo Adán, por el Santo Bautismo, que no deja en el alma regenerada culpa alguna sin redención. Así lo asegura el mismo Apóstol por este magnífico verso: "No hay, pues, ya con– denación alguna para los que son de Cristo Je– sús, porque la ley del espíritu de vida en Cristo Jesús te libró de la ley del pecado y de la muerte" (42). Este mismo concepto de íntima unión con Cristo lo conjuga San Pablo, con sentencias tan expresivas como las que siguen y que abundan en sus Epístolas: seremos "coherederos de Cris- (41) /oh., 17, 24. (42') Rom., 8 l.
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