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LA ESPERANZA CRISTIANA 57 bles, en las cuales es imposible que Dios mien– ta, tengamos firme consuelo los que corremos hasta dar alcance a la propuesta esperanza. La cual tenemos como segura y firme áncora de nuestra alma" (21). Este mismo razonamiento de San Pablo po– demos adjudicar nosotros a las tres promesas de Jesús que arriba dejamos transcritas; pues, la aseveración que hizo acerca de la segunda, di– ciendo: "En verd:id, en verdad os digo, etc.", vale para las tres, y sabido es que esa asevera– ción es entre los hebreos una especie de fórmu– la de juramento. Por tanto, confiemos en el cumplimiento de las promesas del Señor, pues, fiel es el que las hizo. Las buenas obras Dios Nuestro Señor ha dispuesto no darnos el reino de los cielos de balde, sino por su justo precio, o lo que es lo mismo, por nues– tras buenas obras, las cuales, hechas con las debidas condiciones, merecen de condigno o de justicia el aumento de la gracia, la conse– cución rl.e la misma vida eterna y el aumento de la gloria. Esta disposición de Nuestro Padre celestial es gloriosa para El y honrosa para (21) Heb., 6, 13-19.

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