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P. JUSTO DE \'ILLARES, O. F. M, ne leer y meditar despacio el texto evangélico en que está contenido, como una perla precio– sa en estuche de oro. Escribe San Juan: "La tarde del primer ciía de la semana... vino Je– sús y puesto en medio de ellos ... les dijo: La paz sea con vosotros. Como me envió mi Pa– dre, así os envío Yo. Y diciendo esto, sopló y les dijo: Recibid el Espíritu Santo; a quien per– donareis los pecados, les serán perdonados" (14). La promesa de la ayuda de La gracia la hizo el Señor la noche de Jueves Santo en el Cenáculo, después de instituir la Santa Euca– ristía. He aquí como la refiere el discípulo Amado: "Vosotros, pues, ahora -dijo a los Apóstoles--, tenéis tristeza; pero de nuevo os veré, y se alegrará vuestro corazón y nadie será capaz de quitaros vuestra alegría. Y en aquel día no me preguntaréis nada; en verdad, en verdad os digo: Cuanto pidiereis al Padre os lo dará en mi nombre. Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre; pedid y recibiréis, para que sea cumplido vuestro gozo" (15). La posesión de La gloria eterna al lado del Maestro en la casa del Padre celestial la ase– guró el buen Jesús por estas terminantes fra– ses: "No se turbe vuestro corazón: creéis en Dios, creed también en Mí. En la casa de mi (14) / oh., 14, 1-4. (15) / oh., 16, 22'-24.
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