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LA ESPERANZA CRISTIANA 43 de nuestra esperanza, pero conviene que lo determinemos más minuciosamente. Digo, pues, que la eterna Bienaventuranza, que el Aitísi– mo tiene reservada para todos aquellos que le aman se considera esencial y accidental tanto para el alma como para el cuerpo. La gloria esencial para el alma consiste en estos tres actos: ver, amar y gozar: La visión que el entendimiento, elevado por la luz de la gloria, tendrá de Dios Nuestro Señor, no será como ahora por enigmas y como en un espejo, o sea, mediante las criaturas, sino cara a cara, como El se conoce a Sí mismo. El acto de amor de la voluntad, dilatada, le– vantada también por la gracia especial de la gloria, será tan intenso, que el alma se unirá íntimamente al Señor, conformándose de este modo a la petición de Jesús a su eterno Padre: "Que todos sean una misma cosa" (9). De estos dos actos procederá el gozo, o posesión del Sumo Bien que aumentará la potencia fruitiva de todo el ser hasta lo sumo. De manera que el alma se verá obligada a exclamar con la Esposa de los Cantares: "Hallé al amado de de mi alma. Le así, ya no le soltaré" (10). La Bienaventuranza accidental del alma será la visión, el amor y gozo de todo aquello (9) /oh., 17, 22. (10) Cant., a, 4.
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