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40 P. JVSTO DE VILLARES, O, F. M, torrente de tus delicias" (2). "¿A quién tengo yo en los cielos? Fuera de Ti nada deseo sobre la tierra. Perezca mi carne y mi corazón y el vigor de mi aJma, pero mi porción es Dios por siempre" (3). Nuestro Señor Jesucristo proclamó en el sermón de la Montaña las ocho bienaventuran– zas, o mejor, la eterna Bienaventuranza bajo ocho formas distintas, como posesión un día de los cumplidores de los preceptos evangéli– cos. "Bi<:naventurados los pobres de espíritu, porque suyo es el reino de los cielos", etc. (4). En la parábola de los talentos el divino Maes– tro apellida a la eterna dicha "gozo en el Se– ñor" (5). En la oración sacerdotal dice Jesús a su eterno Padre: "Esta es la vida eterna que Te conozcan a Ti, único Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo" (6). Fundados en estas enseñanzas del Santo Evangelio, los Sagrados Concilios, los Sumos Pontífices y los Doctores de la Iglesia nos ex– hortan a desear y esperar la vida eterna con todo empeño. Los nombres que le dan son muy diversos. El Símbolo Constantinopolitano dice (2) Ps., 35, a. (:l) Ps., 72, 25-2ü. (41 Mat., 5, a. (:;) Jfat., 25, :?l. (6) /oh., 17, 3.

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