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:rn P. JUSTO IlE HLLARES, O. F. M, el Salmista: "Mucha paz tienen los que aman tu ley; no hay para ellos tropiezo" (8). La esperanza cristiana es la dicha de las almas, porque las tiene tensas hacia la eterni– dad, hacia el bien inconmensurable, que es Dios, océano de felicidad. Y cuanto más se acerca el hombre a su fin, más velozmente co– rre en su seguimiento, pues la juventud sobre– natural no conoce el peso de los años ni el agarrotamiento de la enfermedad. Cuando el médico notificó a San Francisco de Asís la proximidad de su muerte, el Santo se puso a cantar el salmo de David que co– mienza con este verso: "Clamo con mi voz al Señor, al Señor ruego con mi voz" y termina con este otro: "¡Oh! Saca mi alma de la cár– cel, para que pueda alabar tu nombre. Me ro– dearán los justos, si benignamente me fueres propicio" (9). Finalmente, la esperanza cristiana es amor para las almas rejuvenecidas por la gracia. Las tres virtudes teologales: fe, esperanza y cari– dad, son las tres fuentes de la vida sobrena– tural; y de tal manera están unidas entre sí, que mutuamente se perfeccionan. "De modo que en un santo movimiento circular refluyen en sí mismas. Y así sucede que el alma que es (8) Ps., 118, 165. (9) Ps., 141.

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