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2G P. JUSTO DE VILLARES, O. F. M, tenida en la tierra del dolor por el áncora segura y firme de la esperanza, que nos tiene sujetos a Cristo, nuestro "Camino, Verdad y Vida" (15). No es de extrañar que los infor– tunados desprovistos de la esperanza de otro mundo mejor má,; allá de la tumba se entre– guen a las inconsolables y desesperadas lágri– mas, cu:'tndo pierden un ser querido, o a loo placeres de los sentidos, cuando pueden satis– facerlos. Mientras estos infortunados carentes de es– peranza se revuelven en sus devaneos, nos– otros, agradecidos al Señor por el inmerecido don de la esperanza, digámosle con Rosalía de Castro: " ... cuando el dolor y la duda me atormenta, corro al templo, y a los pies de la Cruz un refugio busco ansiosa implorando remedio; de Jesús el cruento martirio tanto conmueve mi pecho, y adivino tan dulces promesas en sus dolores acerbos, que cual niño que reposa en el regazo materno, después de llorar, tranquila tras la expiación, espero que allá donde Dios habita he de proseguir viviendo". (15) / olt., 14, G.

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