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20 P. JUSTO DE VILLARES, O. F. lf. por Dios en nuestra alma y por la cual, apo– yados en la bondad divina, deseamos y firme– mente confiamos conseguir la eterna Bienaven– turanza y las gracias y auxilios necesarios para ello". En esta definición se afirma que la espe– ra·n es: Una virtud -es decir-, un hábito bueno, una propensión constante que inclina nuestra voluntad a desear y esperar el cielo, la eterna dicha. Sobrenatural -esto es- que esta propen– sión nos capacita para tener deseos de bienes superiores a los que nos brindan los sentidos y la misma razón. Es sobrenatural la esperan– za, porque es infundida por Dios y porque el objeto a que aspira y el motivo en que se apoya son sobrenaturales. Teologal -significa- que Dios es el objeto propio y principal de la esperanza. Infundida por Dios en nuestra alma -quie– re decir- que la esperanza es un don inapre– ciable e inmerecido que Dios da a quien quiere y cuando quiere y priva de él al que de él se hace indigno. La facultad de nuestra alma en que el Señor infunde la esperanza es la voluntad. Para apreciar la grandeza de este
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