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18 P. Jl'STO DE VILLARES, O. F. M. elevación del alma noble; a los símiles de los siervos vigilantes; al coloquio del Maestro con Nicodemo acerca de la regeneraoión de las almas por el agua y el Espíritu (2); al sublime diálogo entre Jesús y las turbas en la sinagoga de Cafarnaúm sobre la promesa de la Santa Eucaristía y, sobre todo, al discurso consola– torio, dirigido a los contristados discípulos, des– pués de la institución del Sacramento del amor. En ese discurso todas las sentencias son incentivos de la santa esperanza cristiana. En– tre ellas sobresalen las referentes a la venida del Espíritu Consolador, la despedida de Jesús a los Apóstoles e ida al Padre, la mención de las múltiples mansiones en la casa del Padre, la oración sacerdotal. El fin que se propuso nuestro dulce Salva– dor, al hacernos todas estas evocaciones de bs cosas santas o espirituales, fue, sin duda, para despertar en nuestra voluntad el deseo de mo– rar en nuestra Patria. Evocaci.ones de Jesús. Sí; mucho necesita– mos en estos nuestros días rememorar esos despertadores evangélicos, para "apartar de nuestro pensamiento la consideración ansiosa del mundo presente en que vivimos". Para librarnos de esa "consideración an– siosa", de ese pesimismo que se ha ap.Jderado (2) / oh., :3, 5.

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