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LA ESPERANZA CRISTIANA 20\l Cristo, y bajando más, llamaba y decía con gran voz y fervor: -Venid, frailes míos, venid confiadamente, no temáis; venid y acercaos al Señor, que os llama. Al oír a San Francisco corrieron a su en– cuentro los frailes, y subían, muy confiados, por la escala roja. Pero cuando ya estaban to– dos en ella comenzaron a caerse, quién del ter– cer escalón, quién del cuarto, quién del quin– to o del sexto, y caían todos uno tras otro, de suerte que no quedó ninguno en la escala. A la vista de tal desgracia, movido San Francisco a compasión de sus frailes, como Pa– dre piadoso, rogaba por sus hijos al Juez para que tuviese misericordia de Ellos. Y Cristo le mostraba las Llagas sangrientas y le decía: -Mira lo que me han hecho tus frailes. El Santo, después de insistir un poco en la misma súplica, bajó algunas gradas, y llaman– do a los frailes que habían caído de la escala roja, les decía: -Levantaos, hijos y hermanos míos; tened confianza, no os desaniméis; corred seguros a la escala blanca y subid por ella, que así seréis admitidos en el reino de los cielos. Corrieron los frailes, enseñados por su Pa– dre, a la dicha escala, y en la cima apareció, piadosa y clemente, la gloriosa Virgen María,

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