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LA ESPERANZA CRISTIANA 203 ra escandalizarse de que los católicos demos a Nuestra Señora el título de "esperanza nues– tra", como si la equiparáramos a Dios Nuestro Señor. Sabemos muy bien los católicos, adoc– trinados por la Santa Iglesia, distinguir entre el Criador y la criatura; pero también sabe– mos cuánta es la dignidad de la Santísima Vir– gen, cuán grande es su intimidad con Dios, y, sobre todo, sabemos que el Señor quiere que la honremos con ese título, según lo vamos a ver en los fundamentos que a ello nos im– pulsan. Estos fundamentos, en los cuales apoyamos nuestra esperanza en la Santísima Virgen, no son otros que habérn6sla dado Jesús por Nues– tra Madre espiritual y nuestra Medianera. La Maternidad espiritual de la Madre de Dios ha– cia nosotros nos consta, en primer lugar, por la autoridad de la Santa Madre Iglesia, que así la llama en la Salve, "Dios Te salve, Reina y Madre de misericordia"; en el himno Ave Ma– ris SteUa, "muestra que eres Madre"; en la secuencia Stabat Mater, "ea, Madre fuente de amior". En segundo lugar, nos consta por la Sa– grada Escritura. De hecho el mismo Jesús nos la dio por Madre estando en la cruz. He aquí cómo lo refiere San Juan: "Y estaban junto a la Cruz de Jesús su Madre y la hermana de su Madre, María la de Cleofás y Maria Mag-

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