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202 P. JUSTO DE VILLARES, O. F. M. compete a Nuestro Señor Jesucristo, a quien San Pablo apellida "nuestra esperanza" (7) y "esperanza de la gloria" (8), por ser El y sólo El quien nos redimió con su preciosa sangre. La llamamos "esperanza nuestra" en sentido relativio, secundario y "como medio el más eficaz para llegar a Cristo y obtener de El el perdón de nuestros pecados, la ayuda de la gracia para perseverar en su santo servicio y conseguir la eterna Bienaventuranza, y otros favores, así espirituales como temporales" (9). "De dos maneras-dice Santo Tomás- po– demos esperar en una persona: como princi• pal o como medio. El que pide al rey una gracia por medio de su ministro, la espera del rey como de señor, y del ministro como de in– tercesor o intermediario. En este sentido ape– llidamos a la Santísima Virgen "esperanza nuestra", esto es, como intercesora, como me– dianera (10). De este modo la invoca también la Santa Iglesia en su Liturgia. En la "Salve Regina" le hace esta petición: "Ruega por nos– otros, Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo". No tienen, pues, motivo los protestantes pa- /i) l.ª Tim.J l. (8) Col., 1, 27. (9) Vidal..-La Salve explicada, p. 170. (10) Summa Tlz., II-II, y 17, a. 5.

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