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198 P. JUSTO DE VILLARES, O. F. M. zo, les señaló el cielo que se veía por el agu– jero. "El cielo -les dijo-, la esperanza del cielo es lo que me da fuerzas para sobrellevar esta vida de reclusión". -Cazaban en un bosque unos gentiles hom– bres; cuando he aquí que oyeron que de la espesura salía el sonido de una voz dulcísima que les encantaba con sus armonías. Se diri– gieron al sitio de donde el cántico procedía y se encontraron con un leproso todo hecho una llaga. "¿Eres tú -le preguntaron- el que can– ta tan dulcemente?". El les contestó que sí. "¿Y cómo tienes valor para cantar estando de esta manera?", añadieron. "Porque me veo de esta manera precisamente -les dijo- can– to tan dulcemente. Pues veo que se me des– moronan las paredes de esta cárcel de barro en que mi alma está aprisionada. Y luego que se acabPn, emprenderé el vuelo al cielo". El cielo, el cielo: He aquí lo que consolaba a todos los Santos en sus tormentos. Imité– moslos.

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