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1()6 P. JUSTO DE VILLARES, O. F. l'vl. -El Santo Job, sentado en un estercolero, rayendo la podre con un casco de teja y mi– rando hacia el cielo, no solamente es un sím– bolo acabado, sino también un gran modelo de la virtud de la esperanza. De él son estas esperanzadoras frases: "Yo sé que vive mi Redentor, y que yo he de resucitar del polvo de la tierra en el último día, y de nuevo he de ser revestido de esta piel mía, y en esta mi carne veré a mi Dios: A quien he de ver yo mismo en persona y no por medio de otro, y a qui.en contemplarán los mismos ojos míos. Esta es la esperanza que en mi pecho tengo depositada" (2). De él es también esta frase: "Aun dado que el Señor me quitare la vida, en El esperaré" (13, 15). -El Doctor de las Gentes que tanto y tan bien escribió en sus cartas acerca de la esperan– za (3), y, por eso, es llamado el teólogo de la es– peranza, no podía mienos de ser un modelo per– fecto de esta virtud. He aquí cómo se expresa en su segunda Epístola a los Corintios, al darles cuenta del gravísimo peligro de muerte en que se vio <Jurante su estancia en Asia. Di.ce así: "No queremos, hermanos, que ignoréis la tribula– ción que nos sobrevino en Asia, pues fue muy (2) / ob., 19, 25-2'7. Trad. '1.e TORRE<; AMAT. (3) En las concorclancias de ModtoL Geden ;cale 40 veces la palabra ccelpis - esperannn.

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