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184 P. JCSTO DE VILLARES, O. F, M, pleto a la lectura de las Santas Escrituras, a la oración y a la mortificación. Luchó denoda– damente contra los demonios, reunió alrededor de sí muchos ermitaños y transformó la vida eremítica en cenobítica, ciertamente más per– fecta. Persistiendo en este santo tenor de vida espiritual hasta su muerte, logró el objeto de la esperanza cristiana. Fue un gran santo y padre de muchísimos santos. Tampoco San Francisco de Asís era un mal– vado antes de su entera entrega al servicio di– vino. Sin embargo, la audición de la lectura de los Libros Santos enderezó el rumbo de su vida a mayor perfección. Lo cuenta el autor del libro de las "Florecillas". "Leíase cierto día en aquella iglesia -la Porciúncula- el Evan– gelio que relata la manera cómo el Señor en– vió a sus discípulos a predicar la palabra di– vina, y Francisco, que estaba allí y escuchaba atentamente la lectura, apenas terminada la celebración de la santa misa, acercóse al sacer– dote suplicándole encarecidamente le expu– siese el sentido de lo que había escuchado. El ministro del Señor hizo la deseada explicación con buen orden y claridad, y oyendo nuestro Santo que los servidores de Cristo no debían poseer oro, ni plata, ni dinero, ni, llevar en sus viajes alforjas, ni saco, ni provisión, ni bastón en que apoyarse, ni usar calzado, ni dos vestidos, y que debían predicar la penitencia

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