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LA ESPERANZA CRISTIANA 177 do como tenemos en nuestras manos para con– su~lo nuestros Libros Santos" (12). Ahora bien, las luchas y calamidades que nosotros tenemos que aguantar ya de parte de los demonios, ya del mundo o de nuestras pa– siones, no son menores ni menos peligrosas que las que los israelitas toleraron. Luego, si ellos las sobrellevaron paciente y gozosamente por la lección de los Libros Santos, mejor las podemos sobrellevar nosotros que, además de los Lioros Santos, tenemos el ejemplo del Hijo de Dios y las magníficas promesas que nos ha hecho. Cuando San Francisco de Asís estaba en– fermo, solía mandar que le leyeran la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, según San Juan, para consolarse con la meditación de sus tor– mentos. Aparte de la consolación del ánimo, la lec– ción de los Libros Santos instruye la inteligen– cia y la eleva a la contemplación de las verdades trascendentales. Dios Nuestro Se– ñor dio tanta importancia a la lectura de los Libros Santos, que al Caudillo de Israel, Josué, le impuso este rigurosísimo precepto: "Que ese libro de la Ley no se aparte nunca de tu boca, tenle presente día y noche, para procurar ha– cer cuanto en él está escrito, y así prosperarás (12) 1. 0 Mac., 12, 9.

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