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I ;.¡ P. Jl!fSTO DE VILL.\RES, O. F. M, res consejeros los había encontrado entre los místicos y hombres de oración. Esta era su máxima: "Ganan más victorias las oraciones, que los cañones. Y si el mundo va de mal en peor es porque los hombres confían más en los cañones, que en las oraciones". Bien lo es– tarnos probando en esta crisis de esperanza por que estamos pasando. Ni solamente es luz para la mente la ora– ción, sino tamhién calor para el corazón ateri– do espiritualmente a causa del amor de las criaturas. Porque, si es verdad que racional– mente no se puede amar lo que no se conoce, mucho menos se pueden amar sobrenatural– mente las riquezas del cielo, ignorándolas por la falta de fe. Además de luz y calor la oración es energía para la voluntad enervada por las aficiones te– rrenas. La oración consume esas ligaduras y espolea a la voluntad a suspirar por los tesoros de la gloria, como objeto de la esperanza cris– tiana. Dijo el Salmista: '~ustad y ved cuán bueno es el señor" (7). Y muy bien dijo "Gus– tad y ved" y no: "Ved y gustad", pues, como escribe San Gregario Magno esta diferencia existe entre los deleites terrenos y los espiri– tuales. Que los primeros cuanto más se sabo– rean, más hastío causan. Mientras que los (7) Ps. aa, 9.
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