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LA ESPERANZA CRISTIANA liJ roso reproche que dirigió a los discípulos, di– ciéndoles: "Hasta ahora no habéis pedido na– da en mi nombre" (4). En orden a la esperanza encierra la oración un bien importantísimo: la iluminación de la mente. Sí, en la oración es donde "el Padre de las luces" (5), nos da a conocer lo codiciables que son los bienes que Nuestro Señor Jesu– cristo nos prometió en el Santo Evangelio. Cier– tamente, en el trato con Dios Nuestro Señor es donde mejor se cumple esta sentencia del Sal– mista: "Acercaos vosotros a El y os ilumina– rá" (6). Un ejemplo. Se cuenta que San Antonio Abad se quejaba amargamente del sol, por– qui': hiriéndole con sus rayos en los ojos corporales, le robaba la luz sobrenatural que en la oración le comunicaba en los ojos del espíritu el Sol de justicia, Cristo Jesús. De esta luz sobrenatural sacaba el Santo Abad tanta ciencia práctica aun para los negocios hu– manos, que eran muchos los potentados del mundo que le consultaban en sus empresas. En– tre ellos estaba el Emperador Constantino el Grand<? y sus hijos. El gran Donoso Cortés decía que sus mejo- (4) / oh., 16, 24. (5) Sgo., 1, 17. (G) Ps. 33, 6.

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